Oremos al Señor para que nos permita ver si en nuestro interior, tenemos raíces de amargura, listas para mostrar sus brotes, para que podamos extirparlas y evitar su crecimiento:
Rey de Reyes y Señor de Señores, nos acercamos a tu presencia para darte gracias por abrir nuestros ojos a la verdad.
Debemos reconocer que cada uno de nosotros ha llevado a su interior, episodios traumáticos de su vida y es posible que todavía queden raíces de amargura en nuestro corazón.
Las palabras duras que oímos en nuestra infancia, de boca de nuestros padres o hermanos, que aunque posiblemente fueron dichas sin la firme intención de hacernos daño, fueron convirtiéndose en tropiezo para nosotros y para las personas que nos rodean, pues brotaron en resentimiento y enojo.
Lastimosamente por causa de la amargura fuimos contaminando a otras personas con nuestro pesimismo y nuestro mal comportamiento.
Te rogamos que así como nosotros hoy, decidimos perdonar a quienes nos juzgaron duramente, negándonos la gracia y la bondad; tu nos perdones por haber hecho lo mismo con nuestro prójimo.
Queremos llevar a nuestro interior las palabras de salvación, esperanza, fe, amor, bondad y paz que tu nos entregas, de modo que lo que nazca de nuestro interior sean frutos que nos beneficien y bendigan a todo aquel que se acerca a nosotros.
Que al quitar de nosotros la amargura, seamos personas entendidas para comprender tu palabra, para disfrutar de las bendiciones que la obediencia nos entrega y para escuchar tu voz en medio de las dificultades.
Así como la amargura puede contaminar a las personas a nuestro alrededor, también la confianza en tí, puede incentivarlas a acercarse a tí y ser sanadas.
Te amamos Señor, te agradecemos por tantas bendiciones, por tanto amor, por tanta paciencia y por tanta esperanza.
Atesoramos tu palabra, la llevamos a lo profundo de nuestro ser, porque de ella nacerá sin duda alguna el mayor bienestar que podamos imaginar.
En el precioso nombre de Cristo Jesús.