La manipulación se define como el acto de intervenir con medios hábiles para distorsionar la realidad al servicio de intereses particulares.

La manipulación es como la tentación; se camufla en comportamientos sutiles y presiona las decisiones de los demás de manera discreta y efectiva, logrando que la víctima se sienta el victimario.

Esta habilidad de conseguir lo que se quiere y usar al otro como marioneta para lograr sus propósitos, hace del manipulador una persona tóxica y peligrosa.

Para convertirse en un manipulador se requiere de una inteligencia superior y un carisma particular.  Tristemente las mujeres son quienes aportan mayor número de practicantes de esta actitud.

Hoy veremos en detalle los diferentes tipos de manipulación que existen y pueda ser que nos descubramos ejerciendo al menos uno de ellos en nuestras relaciones personales.

Empezaremos mencionando a los que se comportan como víctimas para conseguir inspirar lástima.  Son quienes toman una situación desfavorable, sea real o inventada y la exageran de manera que puedan conmover el corazón del otro y apelar a sus emociones para conseguir su cometido.

El segundo tipo de manipuladores son aquellas personas que aprovechan su carisma para obtener un poder que les permita destacarse sin hacer demasiado, o simulan un interés en las otras personas para conseguir que ellas se interesen verdaderamente en ellas.

El afecto real no hace parte de sus actos aparentemente nobles, sino el único interés de sentirse el centro de atención.

El tercer tipo está conformado por personas que usan su conocimiento para imponer como última palabra sus opiniones; éstas personas toman el liderazgo por su propia mano para decirle a los demás lo que deben o no hacer.

El cuarto grupo de personas manipuladoras son aquellas que buscan seguidores de sus opiniones en contra de otra persona para destruirla con comentarios negativos.

El quinto tipo de manipuladores son quienes motivan con una recompensa a largo plazo, el desarrollo del trabajo que los demás hacen para ellos,  para luego desaparecer sin cumplir lo prometido y llevándose consigo el beneficio.

El sexto estilo de los manipuladores es la adulación.  Ellos se desviven hablando bien de alguien para esa persona se sienta en una especie  de “deuda moral” que la obliga a acceder a sus peticiones.

El último grupo de ellos, está constituido por las personas que tuercen las versiones de otras para obtener un beneficio propio y siembran duda respecto a la credibilidad de las palabras de su víctima, de manera que ellos puedan ser considerados los perjudicados.

Sería interesante analizar si alguno de nuestros comportamientos está identificado con alguna de las conductas anteriores y pedirle al Espíritu Santo que nos ayude a corregir aquello que está mal.

La Biblia hace mención de muchas personas que usaron la manipulación como la  herramienta para escalar la empinada cumbre del poder.

La reina de este comportamiento fue Jezabel, una mujer tan corrupta que la Biblia dedica suficientes referencias a desenmascararla.

El primer libro de Reyes la describe como la hija de Et Baal, rey de los sidonios, sacerdote de los adoradores de Baal y la esposa del rey Acab.  Jezabel fue una mujer absolutamente libertina y dominante para quien su esposo Acab era solo una marioneta, con la que ejecutaba todos sus planes.

Incluso el apocalipsis la usa como figura para describir los comportamientos que corrompen la vida de los creyentes y puede conducirlos a la perdición.

La primera de las actitudes que detonó el comportamiento manipulador de Jezabel fue el orgullo.  Ella se consideraba a sí misma como superior a su marido el rey Acab, y a todo el pueblo en general.

Provenir de una familia poderosa en lo económico y lo religioso, la motivó a convertirse en la mandataria muy por encima de su marido que era apenas una imagen inanimada sentada en su silla real.

Ella alimentaba los centenares de sacerdotes de Baal y de esa manera podía dominar sus decisiones a su antojo.

Usaba su posición para hacer todo lo que se le ocurría, pues se confirió la autoridad de hacerlo ella misma.

La pretensión de considerarse superior a todo y a todos la llevó a retar abiertamente el poder de Dios y por esa causa fueron muertos todos los sacerdotes que comían a su mesa.

Una mujer de una inmoralidad única, que usaba su belleza, su perversa inteligencia y su posición para hacer de las suyas a su antojo.  Llegó a tener tal poder que hasta el profeta Elías se sintió intimidado por el despliegue de sus amenazas.

Analizando este comportamiento se hace necesario tener en cuenta si estamos usando algunas de esas estrategias para lograr lo que por otro medio no sería posible.

 

¿Alguna vez usamos nuestra belleza como instrumento para dominar las decisiones de nuestro cónyuge? o ¿Usamos nuestras lágrimas para recurrir a su sentimiento de culpa agrandando exageradamente el tamaño de su error y haciéndonos las víctimas?

Sutileza.  Ese es el disfraz de la manipulación.  Necesitamos ser sumamente cuidadosas de nuestros actos para no ceder a sus encantos.

Es posible que alguna vez hayamos incurrido no sólo en uno de esos comportamientos, tanto con las personas a nuestro alrededor, como peligrosamente, con Dios.

Sentirnos “superiores” por considerarnos “santas y buenas” anula inmediatamente la efectividad de nuestros actos.

Desechar a los otros por que los consideramos pecadores y exhibir sus errores es también manipulación.

Que el Señor nos ayude a corregir todo comportamiento manipulador y nos permita ser creyentes sanos.

Hagamos juntas esta oración:

Amado Dios y Padre, nos presentamos ante tí para pedirte que nos perdones por haber pecado y haber intentado manipular las personas a nuestro alrededor e incluso a ti.

Sabemos que en ocasiones hemos presentado nuestras oraciones con instrucciones específicas de lo que queremos que hagas por nosotras, sin tener en cuenta si es o no tu voluntad.

Perdónanos por las ocasiones en que hemos mentido acerca de las personas y en ese ejercicio hemos deteriorado su imagen ante los demás.

Aceptamos la responsabilidad de nuestros errores y te rogamos que nos ayudes a corregir nuestras malas conductas.

Te pedimos que nos limpies de todo orgullo que nos hace menospreciar al otro, de toda prepotencia que nos sitúa en supuestos lugares de “exclusividad” en donde las personas que se equivocan no tienen entrada, según nuestro parecer.

Todos somos iguales, todos somos pecadores, sin importar de qué manera lo hacemos, sea en nuestro interior llenos de arrogancia o sea en el exterior siendo infieles.

Para ti no hay diferencia alguna. La única diferencia la hace un corazón humilde que pide perdón y se aparta del mal comportamiento.

Queremos ser personas maduras, queremos ser creyentes que apoyan, que aportan, que suman, que sirven, que reflejan tus comportamientos.

Gracias por traer luz a nuestra vida y mostrarnos los errores que abrigamos considerando que no lo eran, pues es la manera en que podemos decidirnos a abandonarlos.

Tu eres el tesoro más valioso de nuestra vida que jamás quisiéramos extraviar.

Danos amor, comprensión y compasión por aquellas personas que usan la manipulación para hacernos daño y danos el carácter que se requiere para no ceder a sus pretensiones.

En tus manos depositamos nuestros corazones. Sólo tu puedes limpiarlos y hacerlos semejantes al tuyo.

En Jesucristo, nuestro Rey y Señor.

Amén y amén.

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